Real Academia Nacional de Medicina
Imprimir

1861 - Nieto y Serrano, Matías, Marqués De Guadalerzas







Académico de Número
Real Academia Nacional de Medicina

Toma de Posesión: 28/04/1861

Sillón nº 4

Fallecimiento: 03/07/1902


Biografía:

Nació en Palencia el 24 de febrero de 1813, pero desde sus primeros meses residió en Madrid, por traslado de su padre, guerrillero contra la dominación francesa, que terminó ese mismo año, tras la batalla de Vitoria y con la reintegración de Fernando VII, el Deseado.

Hizo sus primeros estudios de latinidad en los PP. Escolapios de San Antonio Abad y después, en la Escuela de San Isidro, de los PP. Jesuitas, de los que guardó un grato recuerdo de por vida, exaltando en algunos de sus libros -con admiración y gratitud- las enseñanzas recibidas de los Padres Carmona, Unanue, Céspedes, Montemayor y algún otro.

En septiembre de 1829 consiguió el grado de Bachiller en Filosofía y comenzó los estudios médicos en el Colegio de San Carlos siguiendo el nuevo plan, promulgado ese mismo año por Decreto de Fernando VII, a inspiración del médico de cámara, D. Pedro Castelló. Desde su iniciación, disfrutó de una plaza de colegiado interno ---que logro en buena lid- adscrito a la clínica que regentaba D. Diego de Argumosa.

Ya en esta época se distinguió por sus ensayos poéticos, y con su nuevo amigo D. Francisco Méndez Álvaro tradujo una obra extranjera sobre la Auscultación y un librito titulado el Arte de los Apósitos, que fue editado por Bailly-Bailieri. Colaboro en el Boletín de Medicina que fundó Delgras y después en el Folletín de novedades, la Gaceta Medica y El Siglo Medico, e imaginó y logro la fundación de la Asociación General de los Médicos de España, en la que figuró como secretario,

Casi se estrenó nuestro biografiado, como médico, en la epidemia de cólera en la cuarta década del siglo XIX, y merece la pena consignar al pie de la letra el criterio (erróneo, pero explicable en esa época) expuesto por Nieto sobre el carácter del proceso, en orden a su difusión: "Convinimos todos entonces en que el mal no debe de ser contagioso, dada la frialdad marmórea de los enfermos, nada propensa a la difusión de miasmas".

En esa etapa de su vida conoció y convivió con Méndez Álvaro, Asuero, Fourquet, Sanchez de Toca, Alonso, Santero, Marques de San Gregorio, a más de Morejón. Castelló y Roca, y otros que brillaron con luz propia en la Medicina española de aquellos tiempos.

Otra faceta interesante de la vida de nuestro personaje es su etapa de médico militar. Siendo todavía alumno de San Carlos se inscribió en la Milicia nacional con la categoría de subteniente, y al terminar sus estudios, tras fracasar en su intento de conseguir una plaza de ayudante de profesor, optó a otra de médico del tercer batallón del Regimiento "Reina Gobernadora", ingresando así en la organización de Sanidad Militar (que era por entonces todavía muy embrionaria) e intervino en varios hechos de armas, primero en la Península, con ocasión del pronunciamiento de La Granja, tras la muerte de Fernando VII, y en la guerra carlista.

El rompimiento de España con el sultán de Marruecos obligó a enviar tropas allí, y en la columna operante figuró nuestro personaje, que estuvo destinado en los meses siguientes en Ceuta, como jefe de sala del Hospital. En sus ratos libres, con el tiempo disponible bien aprovechado, escribió la obra que titulo Ensayo de Medicina general, interesante en muchos aspectos.

A su regreso a España, y algún tiempo después, se retiró con el grado de medico mayor, para poder dedicarse con suficiente holgura y tiempo a sus aficiones profesionales y de publicista, reintegrándose a la dirección de El Siglo Medico, que compartía con Méndez Álvaro.

Por esa época, más o menos, el 16 de diciembre de 1839, obtuvo, a los veintiséis años de edad, el diploma de socio de número de la Academia de Medicina y Cirugía de Madrid, previa oposición, que era el sistema seguido por aquel entonces. Figuraba en ella como presidente don Ramón Capdevilla y estaba constituida la Corporación por catedráticos prestigiosos de San Carlos y algunos otros miembros de la antigua Tertulia.

Periódicamente, se reunían en el domicilio del presidente por falta de sede propia, y en las reuniones actuaba como secretario de Gobierno D. Miguel Coll González. La Academia tenía solamente una subvención oficial de 1.000 0 2.000 pesetas anuales y disponía de un portero, como único personal oficial cedido por el Estado.

Nuestro novel académico presentó en esa ocasión una Memoria acerca de la "Idiología en general y sus aplicaciones a la Medicina". En esta publicación se manifestó ya como filósofo-medico notable, con formación racionalista, inspirado principalmente en las doctrinas semicriticistas del francés Renouvier.

En efecto, a lo largo de su vida publico una serie de obras de carácter filosófico, de entre las que destacan: Bosquejo de la ciencia viviente (Madrid, 1867), La Naturaleza, el Espíritu y el Hombre (Madrid, 1877), Filosofía de la Naturaleza (Madrid, 1884), Biología del pensamiento (Madrid, 1891), La Ciencia y la Fe (Madrid, 1897), Historia critica de los sistemas filosóficos (Madrid, 1897-98) y Filosofía y Fisiología (Madrid, 1899).

En la Academia ocupó el sillón número 4 y lució sobre su pecho la medalla correspondiente.

El 29 de abril de 1861 se promulgó un real decreto (previo asesoramiento de los Consejos de Sanidad y de Estado) aprobando un nuevo Reglamento de la Academia en el que, entre otras novedades, se dotaba del carácter de perpetuidad (diríamos más propiamente, vitalicio) al cargo de secretario, siendo designado para el mismo el doctor Nieto Serrano por real orden de 29 de mayo de ese mismo año (1861), en atención a sus altos merecimientos y bien logrado prestigio entre los integrantes de la Corporación.

Lo desempeñó a plena satisfacción hasta el año 1894, en que ceso, por haber sido elegido para la Presidencia de la Casa, siendo reelegido en 1896.

La labor desarrollada por él en la Secretaría fue positivamente encomiable, redactando puntual y correctamente las Memorias anuales que daban noticia de la actividad desarrollada por la Corporación y ejerciendo tutela constante y eficiente en todos sus menesteres y cometidos, con diligencia y tacto ejemplares.

En 1886 y 1891 representó a la Academia en el Senado y también por aquel entonces fue nombrado consejero de Instrucción Pública. Fue elegido Presidente en diciembre de 1894 y reelegido en 1896, 1898 y 1900, cesando como Secretario en la primera de las fechas señaladas. También como Presidente tuvo una actuación brillante.

Su actividad como publicista fue notable a lo largo de toda su vida, y en la época que estamos comentando tradujo diversas obras extranjeras sobre múltiples temas y materias medicas (destacando quizá la traducción de la Terapéutica y materia medica, de Trousseau y Pidoux, y el Tratado completo de Patología interna, de Bonneret y Fleury) que vinieron a ocupar el vacío existente en la producción nacional.

A tales efectos, emprendió también la publicación de una biblioteca escogida de Medicina y Cirugía, después con el sobrenombre de "Museo de Medicina" y, al fin, con Méndez Álvaro, en EI Siglo Medico.

Polemista muy sagaz, dio buenas pruebas de ello en sus relaciones y trato con el doctor Letamendi y con el doctor Mata.

AI primero le conoció cuando concursó la cátedra de Patología General de San Carlos, desde la de Anatomía de Barcelona. Intervino Nieto como miembro del Consejo de Instrucción Pública, informando favorablemente la pretensión de Letamendi, que aportaba su obra genial de Patología General y en seguida se intensificó su trato y relaciones, para discutir y razonar sobre diversos temas filosóficos, en algunos de los cuales sostenían tesis encontradas. Consecuencia de ella fue la publicación titulada Cartas al doctor Letamendi, de positivo interés para poder apreciar la calidad científica y humana de nuestro biografiado.

Con el doctor Mata (que gozaba de gran prestigio por su buen quehacer docente y predicamento en vastos e importantes sectores profesionales y públicos de Madrid), también Nieto Serrano sostuvo polémicas y vivas controversias, no solamente en el terreno de la filosofía, sino que también en el ámbito de la que pudiéramos llamar política medica, desde El Siglo Medico y en la misma Academia.

Contra esta arremetió en alguna ocasión Mata, y valiéndose de su poderoso influjo en los medios gubernamentales, intento suprimir la menguada subvención que aquella gozaba, pero con una hábil gestión personal del entonces presidente, Marqués de Toca, y del secretario, Nieto Serrano, se consiguió desbaratar la malintencionada maniobra. En el libro Vejeces se puede leer el siguiente comentario al respecto: "Baste interesar en el asunto no a los ministros, sino al funcionario encargado de la formación del presupuesto, en lo concerniente a la Academia. AI ver allí presente la figura del señor Toca, tan autorizada para el caso, y al escuchar nuestras razones, se impuso prontamente del asunto y nos dijo sin rodeos: "Lo comprendo bien; cosas de gentes que, no pudiendo subir a donde quisieran, intentan echarlo abajo"."

En el libro Replica al doctor Mata puede el lector formar cabal concepto de la capacidad de réplica del doctor Nieto Serrano y de su vasta cultura humanística y filosófica,

Nuestro personaje fue, en el sentir de uno de sus biógrafos, "una de las figuras más notables de la Ciencia española del siglo XIX". Pertenecía a cerca de 50 sociedades científicas extranjeras, donde era altamente considerado por su erudición y calidad científica.

Muy amante de la Naturaleza, a la que exalta frecuentemente en sus escritos y publicaciones, nuestro académico disfrutaba de sus encantos siempre que sus numerosas y apremiantes obligaciones se lo permitían, y en Vejeces (libro tan primoroso, del que ya anteriormente hicimos mención) relata con fruición sus excursiones y gratas estancias en la finca que su padre poseía en Villaviciosa de Odón, que después heredó y transformó para alojar a su numerosa familia. Pero, sobre todo, en las postrimerías de su existencia, disfruto a menudo de vacaciones, más o menos prolongadas, en Guadalerzas, delicioso valle en la provincia de Toledo, en el partido judicial de Orgaz. A 15 kilómetros de Yébenes está el famoso castillo de Guadalerzas, que, enajenado por el Estado, fue adquirido por Nieto, juntamente con otros terrenos circundantes, que realmente integraban un a modo de páramo abandonado e inculto. EI castillo, también en deplorable estado de conservación entonces, parece que fue construido a principios del siglo XII y perteneció a las ordenes del Temple, San Juan y Calatrava y luego paso a la Corona, que lo cedió al Colegio de Doncellas Nobles de Toledo.

EI doctor Nieto Serrano restauro cuidadosamente el castillo, haciéndolo habitable y cómodo, y dispuso el cultivo de los predios circundantes, logrando así una confortable mansión de descanso, que disfrutaba con su familia, con frecuencia, durante la última etapa de su vida.

Hemos detallado lo concerniente al castillo de Guadalerzas, para así comprender mejor el nombre del título nobiliario, el Marquesado, con que la Monarquía y la Corona sorprendieron al doctor Nieto Serrano el año 1893, en reconocimiento a sus altos merecimientos y a su indiscutible personalidad científica y social.

También, sin esperarlo, por sorpresa, había recibido ya otras altas distinciones, como las Grandes Cruces de Beneficencia, Isabel la Católica y de Maria Cristina, amén de otros innumerables honores, que a lo largo de su vida fueron testimoniando públicamente su valer y personalidad, tan unánimemente reconocida y exaltada.

A este respecto podemos recordar que Sanchez Rubio, al enjuiciar sus elevadas cualidades, escribió en la oración pronunciada en su memoria durante las sesiones académicas de 31 de enero y siguientes, de 1903, que "era todo un monumento viviente, como la ciencia desplegada por su sabiduría".

Pero, sin duda, el homenaje que le tributó la Academia con motivo de su cincuenta aniversario de la toma de posesión de numerario, fue el que más gratamente le impresionó y agradeció, como se desprende de la Comunicación que con tal objeto remitió al presidente en 31 de mayo de 1890.

Tal homenaje fue propuesto por el que sería más tarde sucesor suyo en la Secretaria de la Academia, doctor Manuel Iglesias y Díaz, que con fecha 9 de diciembre de 1899, dirigió a la Presidencia un escrito que consta en nuestro Archivo y que copiado a la letra dice:

"A la Real Academia de Medicina.

El día 16 del corriente hará cincuenta años que ingresó en esta Academia, previos los ejercicios de oposición que prescribía el Reglamento entonces vigente, el Excmo. e Ilmo. Sr. D. Matías Nieto Serrano, nuestro secretario perpetuo.

Y entendiendo el académico que suscribe que estas Corporaciones científicas, en que ha de resplandecer el sentimiento de justicia, tienen el altísimo deber de honrar a los varones esclarecidos que han consagrado lo mejor de su vida a su servicio y al culto apasionado de la ciencia y de la dignidad profesional, a fin de que tales honores sean merecido galardón de los escogidos y estímulo poderoso para los que le sucedan en el áspero camino del estudio de la Medicina, para bien de la humanidad y gloria de la patria, tiene la satisfacción de proponer a la Academia la adopción de los siguientes acuerdos, con ocasión de la fecha que se aproxima, y como prueba del aprecio en que tiene los valiosos servicios prestados a la Corporación por el Sr. D. Matías Nieto Serrano, en el largo periodo de cincuenta años, transcurridos desde el 16 de diciembre de 1839 hasta la fecha:

1.º Con motivo del 50.º aniversario del ingreso del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Matías Nieto Serrano en esta Academia, se le regalara una medalla de oro, cuyo peso no sea inferior a 60 gramos, en que se esculpirá el titulo de la Corporación y el nombre y apellidos de dicho señor académico, con una sencilla dedicatoria y además, un álbum en que cada señor académico podrá estampar, con su firma, un pensamiento o máxima.

2.º Una Comisión de señores académicos, designada y presidida por el señor presidente de la Corporación, visitara y felicitara al señor Nieto en nombre de la Academia, el día 16 de los corrientes, para participarle estos acuerdos y le hará entrega de la medalla y del álbum en cuanto sea posible.

3.º La Academia suspenderá sus tareas en dicho día y se colgarán e iluminarán los balcones de la casa que habita, en señal de regocijo.

Madrid, 9 de diciembre de 1899.- Firma: Manuel Iglesias y Díaz".

También en el Archivo figura, en el correspondiente protocolo, la minuta del oficio que se envió al doctor Nieto Serrano, participándole esos felices acuerdos, en letra del propio doctor Iglesias, por entonces secretario contador.

Y al final, una nota que dice: Procúrese que la letra sea clara y esmerada.

Por fin, la vida de este benemérito español se extinguió, conservando "hasta sus últimos instantes las energías intelectuales y el amor al trabajo que han hecho tan fecunda su vida", como manifestaba en aquella luctuosa ocasión, en carta muy expresiva, uno de sus compañeros académicos.

Su muerte acaeció el 3 de julio de 1902, a las once de la noche, en su casa de la calle de Génova, 11, verificándose el traslado de sus restos al día siguiente y a las diez de la mañana, al Camposanto de la Sacramental de San Justo y Pastor, con la asistencia de un cortejo incalculable, con un gran número de académicos y su presidente en funciones, que de esa forma decidieron rendir el último tributo de admiración y amistad a su llorado presidente.

También yo, en esta ocasión con las líneas que preceden (pobres y sin brillo, por ser mías), me propuse poner de manifiesto las altas virtudes que adornaron a una de las figuras más preclaras de nuestra Academia, a la que durante sesenta y tres años sirvió con el mayor celo y cuidadosa dedicación, en los más elevados y comprometidos cargos.

Su noble efigie ha quedado materializada en un  retrato, de buena factura, que se exhibe en el Salón Amarillo.

Fuente: “Galería de Presidentes de la Real Academia Nacional de Medicina”, Valentín Matilla Gómez, Real Academia Nacional de Medicina, 1982.