Real Academia Nacional de Medicina
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1861 - Calvo y Martín, José







Académico de Número
Real Academia Nacional de Medicina

Toma de Posesión: 28/04/1861

Sillón nº 5

Fallecimiento: 08/02/1904


Biografía:

Por sus envidiables dotes y características y por su acusada personalidad humana, en el campo de la Medicina de la segunda mitad del siglo XIX, el Dr. Calvo y Martin brilló como estrella de primera magnitud y será siempre recordado como profesional famoso, Catedrático eminente y Académico prestigioso, alcanzando por todo ella el alto rango de Presidente de la Real Academia, por propios merecimientos, reconocidos por todos los médicos de su tiempo.

Nació en Aviñón, modesto burgo aragonés de la provincia de Zaragoza, el día 7 de febrero de 1814.

Las primeras letras las aprendió en la Escuela pública de su pueblo y los estudios de Bachillerato los hizo en Calatayud, distinguiéndose desde su inicio, por ser un muchacho despierto y un tanto díscolo.

Según declara en alguno de sus escritos, por sentir desde muy joven una afición decidida, emprendió los estudios de Medicina en la Facultad de Barcelona, donde brillaban profesores como los Dres. Foix, Ameller y Castels, entre otros.

Época de gran inestabilidad política y social en aquellos años que sucedieron a 1835, se vio, más o menos voluntariamente, envuelto dado su espíritu liberal y hasta revolucionario, en desmanes y agitaciones, actuando como miliciano en defensa de la libertad.

Sufrió por ella, persecución y castigos, que le movieron a "buscar escuela más tranquila donde mi carrera pudiera hacerse con más aprovechamiento".

Por eso, voluntariamente, cuando aún no había cumplido los veinte años, se trasladó a Montpellier, para continuar en aquella famosa Escuela, sus estudios.

Allí conoció a un ilustre español, el Dr. Risueño Amador, exiliado tiempos atrás, que había conquistado la Cátedra de Patología General y gozaba de gran predicamento.

Siguiendo sus consejos, el ya entonces aventajado estudiante Calvo y Martín, se desplazó a París para asistir a unas enseñanzas de medicina experimental, que le habían parecido muy convenientes para ir completando su formación.

La situación política en España, entró momentáneamente en una etapa de tranquilidad -al menos, aparente- por lo que nuestro personajillo se decidió a regresar a Barcelona y Madrid, consiguiendo después de vencer resistencias y múltiples tramites, la debida convalidación de sus estudios de Francia y alcanzando a continuación y, sucesivamente, los grados y títulos de Licenciado y Doctor en Medicina y Cirugía.

Ya poseía una buena formación científica y clínica que le valió para alcanzar en pocos años una plaza de Auxiliar, ejerciendo su función docente al lado del eminente Catedrático de Quirúrgica y sobresaliente cirujano, D. Diego de Argumosa.

A este, le sucedió por su inesperada e injusta separación de la Cátedra, el Dr. Sanchez de Toca, Marqués de Toca, que muy pronto alcanzó un prestigio extraordinario.

Ya antes de incorporarse este ultimo profesor y en el tiempo en que estuvo vacante la Cátedra, la regento, con carácter interino, el Dr. Calvo, dando buenas pruebas de su vasta preparación y aptitudes para la enseñanza.

Por reforma de los estudios en 1843, fue nombrado Catedrático de número y se le encargo de la enseñanza de "Especialidades", recién creada y que comprendía la Especialidad venérea, sifilítica y oculística.

Años después, sucedió al Marqués de Toca en la Cátedra de San Carlos. La desempeñó ininterrumpidamente hasta el año 1869, en que fue, sorprendentemente y sin aparente justificación, dado de baja.

Recurrió contra tamaño desafuero ante el Consejo de Estado que algunos meses después dicto providencia favorable, reponiéndole en su puesto. En la Cátedra de Quirúrgica permaneció hasta el año 1887, en que pasó a desempeñar la de "Ampliación de la Higiene Pública y Estudio geográfico histórico de las Enfermedades endémicas y epidémicas", materia para la que estaba también en forma y buena preparación.

Esta disciplina formaba parte de las que integraban en el Grupo del Doctorado. De su labor al frente de esta enseñanza, nos queda al menos un Programa indicativo muy meritorio, de que haremos cumplido comentario después.

Aparte de los meritos contraídos en su dilatada y cuidadosa labor universitaria, reunía otros muchos en relación con diversas facetas, relacionadas con la Medicina fundamentalmente, como es de suponer.

Así, señalaremos que perteneció durante muchos años, al Consejo de Instrucción Pública y al de Sanidad; en este último fue durante una larga etapa, Vicepresidente.

También fue Decano de la Facultad de Medicina de Madrid y mientras permaneció en ese difícil cargo, se realizaron ventajosas reformas en las Clínicas de San Carlos. Por tener personalmente alto ascendiente en el Ministerio, le fue posible conseguir su apoyo financiero, con carácter extraordinario.

También fue Senador, primero por la Universidad de Zaragoza y después por Calatayud. En la Cámara senatorial su presencia fue bien notoria e intervino con gran autoridad en la discusión de la Ley de Protección de la Infancia, cuya aprobación por los senadores fue, en una gran parte, debida a su intervención oportuna y eficaz, dentro y fuera de la Cámara.

Representó a España en Congresos y Reuniones internacionales y su prestigio profesional alcanzó metas muy altas, como lo demuestra su abundante clientela de todas las clases sociales. En la última enfermedad del Rey Alfonso XII, fue uno de los facultativos que acudieron en consulta, a Palacio.

También apoyó con decisión y tenacidad las reivindicaciones que planteaban los médicos titulares, víctimas propiciatorias de los caciques locales en los abandonados pueblos españoles.

Por eso, presidió la Asamblea de Titulares, celebrada en 1902, y en su sesión de clausura pronunció un vibrante y valiente discurso, pidiendo justicia para esos modestos profesionales rurales y la debida atención del Poder Público para que fuese debidamente mejorada su triste condición.

Contaba en aquellos momentos 88 años y allí dio, una vez más, pruebas irrefutables de su clara inteligencia, espíritu de justicia y fortaleza física.

CALVO Y MARTÍN, ACADÉMICO

El 24 de febrero de 1851 fue designado Socio de número de la Real Academia de Medicina. En efecto; en el acta correspondiente a la sesión de gobierno celebrada por la Academia en esa fecha, hay un párrafo tercero que reza literalmente:

"En seguida se leyó un oficio del Sr. Rector de la Universidad de esta Corte, participando a la Academia para los fines oportunos, haber sido nombrados Catedráticos de la Facultad con destino a las enseñanzas especiales establecidas en la de Medicina de la misma, los Sres. D. Patricio Salazar, D. Francisco Alonso y D. Jose Calvo Martín. La Academia acordó que con arreglo al Artículo 19, del Capítulo 2.° del Reglamento debe considerarse a estos Sres. como Socios natos de número ; y que se oficiase haciéndosele así saber a los dos últimos, en atención a que el Sr. Salazar es ya Académico de número".

Se le adjudico al Dr. Calvo y Martin la Medalla núm. 5 y el Sillón académico correspondiente.

Desde el mismo día de su incorporación a la docta Corporación, asistió asiduamente a sus actos y sesiones, interviniendo activamente en la vida académica, según se desprende del testimonio de algunos de sus compañeros.

Al respecto, de el escribiría en memorable sesión, años después, el Vicepresidente en funciones, Dr. Puerta: "Como Académico, sabéis el amor e interés que siempre tuvo por esta Corporación, no faltando jamás a las sesiones, y tomando con frecuencia parte en las discusiones, especialmente en las científicas, con aquella inteligencia siempre joven y fresca, a pesar de sus muchos años, y aquella erudición que causaba asombro, exponiendo las novedades y progresos científicos, que el acogía con verdadero entusiasmo".

Sin duda, en gracia a su personal y sólido prestigio (logrado esforzadamente a lo largo de una vida tan hacendosa y ejemplar) sus compañeros lo eligieron, primero para el cargo de Vicepresidente en el que permaneció durante dos bienios y después, para que ocupase el sillón presidencial.

En la sesión académica, de gobierno, celebrada el 13 de diciembre de 1902 que presidio el mismo como Presidente en funciones, se procedió a la elección de cargos, una vez conocidas las propuestas elaboradas por la Comisión nominadora designada en la sesión anterior y que estaba presidida por el Dr. Fernandez Caro.

Este, manifestó en primer lugar y en nombre de la expresada Comisión "que obedeciendo al criterio en que la misma se había inspirado para su propuesta, hubiera incluido en ella, para el cargo de Presidente, at Secretario perpetuo actual, si este no hubiera expuesto su resolución de continuar en el cargo de Secretario".

El Dr. Iglesias que era el aludido, agradeció muy sentidamente la manifestación del Dr. Fernandez Caro. La propuesta, en terna, de la Comisión, para el cargo de Presidente se integraba con los Sres. Calvo, Calleja y Puerta.

Realizada la votación secreta pertinente, arrojó el siguiente resultado: Dr. Calvo, 21 votos; Dr. Calleja, 3 votos, y Dr. Puerta, 2 votos. Hubo una papeleta en blanco. En consecuencia, fue proclamado Presidente, el Dr. Calvo y Martin, que contaba 88 años de edad y 53 en su sillón académico.

En la elección para el cargo de Vicepresidente que hasta entonces ocupara el Dr. Calvo, quedaron empatados en dos votaciones los Dres. Calleja y Puerta.

"En vista de este segundo empate, y cumpliendo lo prevenido en el Art.° 19 de los Estatutos, se celebre un sorteo entre los Sres. Calleja y Puerta, que fue favorable al segundo, siendo proclamado Vicepresidente el Sr. D. Gabriel de la Puerta".

El Dr. Calvo sucedió así, en la Presidencia de la Academia, al ilustre Dr. D. Matías Nieto y Serrano, Marqués de Guadalerzas, que ocupó el cargo presidencial durante cuatro bienios sucesivos y ceso en el mismo por fallecimiento, ocurrido meses antes.

El paso del Dr. Calvo por la Presidencia, se distinguió por una dedicación plena y cuidadosa, pese a la avanzada edad y a los naturales achaques que cada día le obligaban, con mayor frecuencia, a someterse a mayores cuidados.

Su salud en precario, se vio seriamente comprometida en 1903 a consecuencia de un proceso agudo respiratorio que, sin embargo, fue superado, gracias a su fortaleza física al servicio de una mente y espíritu conservados en plena integridad hasta el último momento.

Este, se presento a las nueve horas y cuarenta y cinco minutos del 8 de febrero de 1904, en que, sin apenas notarlo, paso repentinamente a mejor vida, el que había sido durante 90 años (los cumplió exactamente el día antes de su óbito) un caballero intachable, profesional muy prestigioso y querido, científico esforzado, Senador eficiente y desinteresado, Catedrático prestigioso y Académico ejemplar, ostentando dignamente el cargo de Presidente en la última etapa de su vida, siendo venerado por todos sus compañeros y conocidos.

Por la Academia le fueron rendidos los honores correspondientes, dedicándole una hermosa corona y acompañando al cadáver hasta el cementerio, la Comisión de Gobierno y la inmensa mayoría de los Académicos, en medio de un numeroso cortejo de infinidad de médicos, clientes y amigos.

En fechas siguientes, en la sesión del Senado, su Presidente le recordó con grandes elogios y puso de manifiesto su inteligente y eficaz colaboración.

La Academia celebró sesión especial en su honor, el día 13 del mismo mes de febrero y en ella, el Vicepresidente en funciones, Dr. Puerta, habló en primer lugar, "para expresar el dolor profundo que todos sentimos por la pérdida del compañero, del amigo cariñoso y del hombre eminente que reunía tan relevantes cualidades".

Y, seguidamente, añadió: "La clase médica ha perdido a uno de sus mas incansables defensores; la enseñanza uno de sus mejores maestros, y puedo decir, dada la significación científica y social del Dr. Calvo, que la nación española ha perdido a uno de sus hijos más preclaros".

"La Academia de Medicina -terminó el Dr. Puerta- está de luto por el que fue su Presidente, a quien recordara siempre por su profundo saber, por su carácter franco y bondadoso y por sus eminentes cualidades".

Seguidamente hablaron en el mismo tono emocional y encomiástico, sobre la personalidad tan rica en virtudes y en matices, varios Académicos, D. Basilio San Martin, Sanchez Rubio, Espina y Calleja. Del discurso de este último, son los siguientes párrafos: "Se consideró obligado a adherirse al sentimiento unánime de la Academia por la muerte de su Presidente ilustre, ya que en el Senado no pudo hacer uso de la palabra como Decano de esta Facultad, y estimó tan sensible la muerte de un anciano, lleno de virtudes y conocimientos como la de un joven, legitima esperanza de sus contemporáneos".

Celebró las grandes cualidades que demostró el Dr. Calvo y Martin en la Cátedra, en los Consejos superiores, en esta Academia, en el Parlamento y en la práctica de la profesión, respetando la Medicina tradicional y las doctrinas hipocráticas, siendo el adalid más entusiasta del verdadero progreso, defendiendo la evolución de la Ciencia y del Arte, cumpliendo sus deberes de medico digno, y asociándose en el Senado a cuanto pudiera ser beneficioso para la sociedad española, la salubridad pública y el decoro profesional".

Los testimonios que acabamos de citar, son por su procedencia y en boca de tan ilustres comentaristas, una prueba decisiva para formar elevadísimo concepto de la valía de nuestro personaje y justifica la consternación que su pérdida produjo, dentro y fuera de la Academia.

PRODUCCION CIENTÍFICA

Someramente, dedicaremos algún espacio para dar noticia de la obra escrita, realizada por el ilustre Dr. Calvo y Martín, de la que hay constancia en nuestra Biblioteca académica.

Para formar concepto de su verdadera capacidad docente, tenemos sobre la mesa un valioso volumen que consta de casi 500 páginas y que se titula exactamente Programa indicador para la asignatura de Anatomía quirúrgica, Operaciones y Apósitos y al que añade a manera de subtitulo: "Es un resumen descriptivo de lo mas esencial y necesario para el Arte quirúrgico".

Lo dedica el autor "AI Excmo. Sr. Marqués de Toca" y continua: "Nada más digno de respeto, que la memoria de vuestro genio quirúrgico". Esta editado en Madrid, 1876.

Se distribuye el texto en CXC lecciones que hace referencia a la descripción anatómica de la región correspondiente y la intervención indicada, según las técnicas más apropiadas, con sus variantes y pormenores, en relación con el proceso quirúrgico que justifica el tratamiento.

Constituye una perfecta orientación y guía completa de la Anatomía topográfica y quirúrgica de todas y cada una de las regiones que integran el cuerpo humano.

El otro opúsculo o tomito, que llama también la atención por su originalidad y contenido, es el Programa indicativo de la Asignatura "Ampliación de la Higiene Pública y Estudio geográfico histórico de las Enfermedades endémicas y epidémicas", Editado también en Madrid en 1889 y consta de 180 páginas.

Este programa constituye un acabado índice orientador e indicativo de esa nueva asignatura, que se estableció recientemente en el Grupo del Doctorado y de cuya explicación se encargo el Dr. Calvo, después de conseguir señalados éxitos, durante muchos años, en la rama quirúrgica.

La especialización tan solida y completa que llego a conseguir en unos años dentro del extenso campo de la nueva disciplina, se explica perfectamente por el contenido de este programa, donde nada falta de esa Ciencia, hoy calificada más ampliamente como sanitaria.

Distribuye la extensa materia por grupos humanos y sociales (grupo infantil, grupo industrial, grupo militar, grupo marino, grupo urbano, grupo rural, etcétera).

Se refiere después a los elementos naturales (suelo, aire y atmosfera, aguas y pantanos, países, putrefacción, fermentación, micro-organismos). Epidemias y enfermedades contagiosas, Infección y contagio, Miasmas (humano y telúrico). Profilaxis contra las epidemias. Cuarentenas. De la viruela y vacuna. Eruptivas. Oftalmia de Egipto. Lepra. Pelagra. Otras endemias y epidemias.

Indudablemente y salvando las naturales distancias, tenemos que concluir en que el índice que hemos señalado escuetamente, corresponde a una ciencia ya muy bien conceptuada y a una capacidad de formación y de instrucción, dignas del mayor encomio. Otro género de conclusiones también interesantes, sin duda, extraeríamos si analizáramos el problema desde otros puntos de vista.

Cuando estuvo encargado de la Cátedra de Especialidades que incluía la Oftalmología, publico una obra sobre esta ardua materia, que se agotó rápidamente, Parece que era muy adecuada para la debida información de los médicos jóvenes, en el Doctorado, que es el periodo en que se cursaba esta disciplina.

Escribió, asimismo, un Manual de Cirugía menor para uso de los practicantes.

Ferviente admirador del Dr. Argumosa que fue prácticamente su maestro; colaboro con él en la Cátedra y pudo conocerle muy íntimamente apreciando su gran valer y como testigo excepcional de su prestigio extraordinario.

Hizo de él un conciso, pero exacto, estudio biográfico, que publico con el titulo de Concisa apología del Dr. Argumosa.

Allí pinta, con gran lujo de detalles, sus principales características y virtudes, como profesor, cirujano y profesional, asegurando que no desmerecía en nada frente a los eminentes profesores que había conocido en Montpellier y en Paris.

Aseguraba que, pese a la escasez de medios con que contaba en la Facultad y en el Hospital de San Carlos (en demasía muy inferiores a los que tenían a su disposición los cirujanos extranjeros), Argumosa había alcanzado una categoría científica y técnica que en nada tenía que envidiar a la de aquellos.

Literalmente, decía en uno de sus párrafos: "Con razón puede llamarse el restaurador de la Cirugía española en su nuevo renacimiento, y no solo ha formado escuela, sino que podría firmarse que todos los que hoy valen en este difícil arte, deben a sus lecciones y a sus actos la más sana parte de sus triunfos".

Este trabajo fue publicado en 1880, época en que su autor, Dr. Calvo y Martin había ya alcanzado solido renombre. Por eso, dice mucho a su favor la humildad y generosidad con que reconoce espontanea y llanamente, la gran superioridad del maestro desaparecido.

Citemos por fin, otro trabajo verdaderamente notable. El discurso que pronuncio en la sesión de apertura de Curso en la Academia, el año 1861, en el que trata con gran competencia y erudición, diversos temas de Medicina en relación con el hombre sana y enfermo, considerándola a través de la historia de la humanidad.

Es una pieza muy interesante en el orden filosófico-histórico, llena de sugerencias y pletórica de doctrina, imposible de resumir en pocas líneas. Solamente añadiremos que es digna de ser detenidamente leída.

Con los datos precedentes, a modo de simples botones de muestra, hemos pretendido demostrar hasta donde sea posible, la laboriosidad y celo desplegados por el ilustre Dr. Calvo y Martin, figura tan relevante en la Medicina española de la segunda mitad del decimonono.

Fuente: “Galería de Presidentes de la Real Academia Nacional de Medicina”, Valentín Matilla Gómez, Real Academia Nacional de Medicina, 1982.