Real Academia Nacional de Medicina
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1900 - Gómez Ocaña, José





Académico de Número
Real Academia Nacional de Medicina

Toma de Posesión: 28/10/1900

Sillón nº 21

Discurso de Ingreso: "La vida en España".

Contestación: Excmo. Sr. D. Federico Olóriz Aguilera.

Fallecimiento: 26/07/1919


Biografía:

Don Jose Gomez Ocaña nació en Málaga el 28 de octubre de 1860. Sus padres, andaluces, residieron durante la infancia de aquel en diversas localidades de Andalucía y en Aguilar (Córdoba), el hijo hizo sus primeros estudios. En Málaga cursó el Bachillerato y la carrera de Medicina en Granada. La hizo brillantemente, con premio en la licenciatura y a propuesta del claustro le fue concedida la Cruz de Isabel la Católica, que fue costeada por sus compañeros de estudios. No se olvide que en esos primeros años universitarios quedo huérfano y que tuvo que dar clases de repetición para atender a las necesidades familiares.

A pesar de todo, fue Alumno interno por oposición y pronto Profesor clínico de San Carlos, en Madrid, donde hizo el doctorado, también con brillantez.

A los veintiséis años (1886), en oposiciones muy reñidas, obtuvo la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de Cádiz. Al frente de ella permaneció hasta julio de 1894, en que por concurso de traslado pasó a regentar la Cátedra de Madrid.

Con su magisterio en la Universidad Central fue el verdadero promotor del radical cambio de la Fisiología, incorporándosele la Bioquímica y la experimentación y técnicas graficas, que la perfilaron de nuevo y la enriquecieron sobremanera.

Nuestro biografiado era, al parecer, persona cabal y trabajador infatigable, metódico y riguroso, amante de las bellas artes. Gran maestro y como no tuvo descendencia consideraba a sus discípulos como hijos.

Escritor riguroso y elegante. Publico un gran número de libros. Ya en la etapa de Cádiz publico sus obras «Fisiología de la circulación» y «Fisiología del cerebro», que fueron de transcendencia para el cultivo de estos estudios. Los fisiólogos que se formaron a su lado tuvieron después justa fama como maestros (Pi y Suñer, Torremocha, Medina, etcétera).

En todo caso, son incontables sus publicaciones y todas muy importantes. En Madrid ya, publicó en 1896 su «Fisiología humana, teórica y experimental», que fue la base de formación de todos los alumnos y estudiosos de aquella época y hasta hace poco tiempo. Fue premiada por la Academia.

Su pluma mostró también gran galanura en publicaciones y títulos extramédicos. Además fue un filósofo distinguido, como lo acredita, entre otras producciones, «El sexo, el hominismo y la natalidad».

Asistió y organizó muchas reuniones y Congresos nacionales y asistió a varios internacionales con intervenciones meritorias. Se vio obligado a hacer alguna pasajera excursión al campo de la política instigada por sus compañeros de claustro, y fue Senador una temporada, utilizando su influencia para promover disposiciones favorables a la Universidad española y más concretamente a las Facultades médicas.

En plena consagración como sabio y maestro, a propuesta de Olóriz, Rubio Galí, Gomez Pamo y Benito Hernando, la Real Academia de Medicina le abrió sus puertas de par en par. Su ingreso se realizó en sesión solemne que tuvo lugar el 28 de octubre de 1900, en la que el nuevo Académico leyó un bello discurso sobre «La vida en España», al que contestó cumplidamente don Federico Olóriz y Aguilera. Al terminar, el Presidente le impuso la Medalla núm. 21. Quedó adscrito a la Sección de Higiene para pasar años después a la de Anatomía y Fisiología, que antes ocupó don Laureano García Camisón. Durante veinte años escasos permaneció en la Academia, Gomez Ocaña, contribuyendo a las tareas académicas frecuente y magistralmente.

En sus últimos años obsesivamente pensaba que era un cardiópata, sin mayores consecuencias. Cuando menos se esperaba, una maligna fiebre infecciosa y una uremia después, provocaron su muerte el día 26 de julio de 1919. Al parecer bivio como murió, convencido según un biógrafo suyo de que no pudo hacer más en beneficio de la Ciencia y de la Humanidad. Fue el final de un justo, confortado por una fe inquebrantable que nunca ocultó. Así se perdía para la Ciencia y para España un autentico sabio.

Fuente: “202 Biografías Académicas”, Valentín Matilla Gómez, Real Academia Nacional de Medicina, Madrid, 1987.