Real Academia Nacional de Medicina
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Sesión del día 23 de Mayo de 2006 - José Guerrero: Expresión manual y corporal en sus cuadros. Pintura abstracta, construcción estética mental sin correspondencia exacta con la realidad

"José Guerrero: Expresión manual y corporal en sus cuadros. Pintura abstracta, construcción estética mental sin correspondencia exacta con la realidad",

Alberto Portera Sánchez

 

 

 

 

por el Excmo. Sr. D. Alberto Portera Sánchez

Catedrático Emérito de Neurología
Universidad Complutense de Madrid

Académico de Número
Real Academia Nacional de Medicina

Sillón nº 48 -Neurología-

 

RESUMEN

Es deseable que la verdadera y pura experiencia estética sea consecuencia obligada de una total libertad de observación y, por lo tanto, desprendida de cualquier tipo de atadura que surja de condicionamientos comerciales, sociales, políticos o, incluso, culturales.

Esta misma sensación de independencia y libertad individual debe dominar al artista y prevalecer durante la creación estética y alcanzar su máxima dimensión en la pintura abstracta o en lo abstracto existente en las obras figurativas.

La contemplación de un cuadro abstracto, al no ser ilustrativo de una realidad identificable, exige del espectador el necesario nivel de especialización personal o acostumbramiento para detectar los valores que definen una dimensión estética de difícil percepción por ser de orden abstracto. Llama más la atención el gesto, el estilo del artista y el aspecto global del cuadro que el significado que el pintor haya deseado incluir en su obra.

En la pintura abstracta, las dimensiones geométricas como la perspectiva, la simetría, las luces y las sombras, habitualmente integradas en los cuadros figurativos para crear espacios tridimiensionales, no están incluidas porque esta “geometrización” ya no es necesaria.

En la abstracción contemporánea el dibujo carece de significado formal y pierde su papel protagonista siendo sustituido por los trazos gestuales que alcanzan su máxima expresión en los estilos denominados “action painting” o “expresionismo abstracto”. Otros pintores abstractos cercanos al “minimalismo” simplemente depositan los colores en el lienzo sin formas o gestos expresivos aunque cargados de energía percibible, incluso, en colores únicos que bañan uniformemente y sin matices la superficie de la tela sin matices. Es también interesante admirar las obras de ciertos pintores americanos de los años sesenta. En ellas los artistas permiten que sean los propios colores los que, dejando que resbalen lentamente sobre el papel o el lienzo, inicien, compongan y terminen interesantes obras (Rothko, Jackson Pollack, Clifford Still). En estos casos, los colores se proclaman como los elementos esenciales del cuadro sin que estén obligados a ser ilustrativos ni a supeditarse a la voluntad creativa del artista que, en estos casos, actúa como el primer observador e interviene “a posteriori” aceptando o no el resultado. Son los colores los que bajo la única influencia de su propio peso configuran las formas y conjuntos estéticos en los que todavía persiste el recuerdo de su vivo y lento movimientos original.

Aceptados estos estilos, el observador debe inicial un proceso semejante de percepción y, sin normas específicas, debe esperar a que el juego de los colores y de las casuales formas resultantes, ajenas al significado figurativo, evoquen en su mente respuestas emocionales positivas como asombro, agrado o interés que le inviten a continuar su sintonización con el cuadro. Si estas reacciones no se producen, el espectador debe contentarse con la simple visión ocular de la obra en espera de que intervenga la percepción mental y se complete la recompensa estética.

Esta visión mental memorizada sólo es posible en cerebros “entrenados”. Lo que se ve con “los ojos de la mente” no es una representación copiada del cuadro. Si fuera una copia mental, ningún cuadro tendría significados artísticos. Sería una simple ilustración olvidable. El significado personificado es algo que surge como consecuencia del encuentro estético entre el observador y el cuadro aunque no necesariamente coincidente con el que el artista deseó transmitir.

ABSTRACT

It is desirable that a truthful aesthetic experience should be the consequence of a complete observation detached from all sorts of commercial, social, political or cultural ties.

If during this period of admiration of a work of art a personal concentration is reached, the admirer perceives a rewarding liberation from all sorts of ties and a rewarding artistic feeling.

A similar type of mental freedom must be reached by the artist and prevail during the process of creation which must reach its greatest dimension in abstract paintings because not being an illustration it demands from the spectator a well developed habit to detect its esthetic values, difficult to perceive because they are in the abstract order.

The dimension such as perspective, symmetry, lights and shadows, usually integrated in figurative paintings to create well defined tridimmensional spaces are not included in abstractions because this type of geometrical composition is not needed.

In contemporary abstraction the design itself has lost its formal meaning and its protagonist role. It is frequently replaced by abrupt gestures as it is the case in the styles named “action painting” (Jackson Pollack) or “abstract expressionism” (Antonio Saura).

Other abstract painter close to “minimalism”, simply drop the colors on the canvas without any attempt to design but full of aesthetic energy. Even single colors uniformly bathe the surface of the linen (Rothko). Some american artist of the sixties are also to be admired. They allow that the deposited and sliding colors themselves initiate and finish interesting artistic compositions. They become esential creative agents in the painting without being forced to be figurative nor to follow the creative will of the artist who, is simply acting as the first observer and only intervenes “a posteriori” accepting or rejecting the results. Only the colors and under the single influence of their sliding density create the shapes and artistic ensembles where there are still perceived their slow original movements.

The observers of these abstract styles must initiate a process of perception without specific norms and wait until the engaging game of the colors generate emotional rewards in their minds such as amazement or interest that invite them to continue their tuning with the painting. If these artistic attraction is not evoked, the observer must be sadly satisfied with a simple ocular vision of the painting and again wait until the mental perception participates and the aesthetic reward is completed.

What the “eyes of the mind” see is not a copy of the painting. A mental copy would not include the artistic meaning that the work of art contains which only emerges during the mental aesthetic encounter between the painting and the observer.