Real Academia Nacional de Medicina
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Sesión del día 9 de Mayo de 2006 - Farmacólogos en tiempos de Cajal

"Farmacólogos en tiempos de Cajal",

Pedro Sánchez García

 

 

 

 

por el Excmo. Sr. D. Pedro Sánchez García,

Catedrático de Farmacología
Universidad Autónoma de Madrid

Académico de Número
Real Academia Nacional de Medicina

Sillón nº 1 -Farmacología-

 

El año 1906, Don Santiago Ramón y Cajal recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, compartido con el histólogo italiano Camilo Golgi. Uno, Don Santiago, defendiendo con hechos y pruebas irrefutables la independencia de las células nerviosas, — bautizadas como neuronas por W. von Waldeyer —y estableciendo las bases morfológicas de la comunicación interneuronal, a través de la sinapsis —así cristianada por Ch. S. Sherrington–. Otro, frente a él, Camilo Golgi, patrocinando, con una buena dosis de tozudez y arrogancia, la teoría reticularista neuronal. Continuidad para Cajal, frente a la continuidad neuronal de Golgi. Razón la tuvo toda Don Santiago y no deja de ser sorprendente que llegara a esta conclusión utilizando el método de Golgi —la llamada reazione nera-. Además, Don Santiago, utilizando datos pura y estrictamente morfológicos, planteó el concepto de la polarización dinámica del impulso nervioso y sentó las bases de los mecanismos morfológicos implicados en la degeneración y regeneración de las estructuras nerviosas y de la plasticidad neuronal. Con Don Santiago Ramón y Cajal, se ha dicho, nace, crece y se desarrolla hasta nuestros días y, sin duda, cara al futuro, la moderna Neurociencia. Todavía hoy día resulta difícil utilizar el microscopio sin sentir sobre la nuca la mirada penetrante de Don Santiago.

En lo que va de año se han dedicado homenajes, simposios, conferencias y reuniones, dentro y fuera de España, para celebrar el centenario de la concesión del Premio Nobel a Don Santiago. Aquí, en nuestra tierra, yo he asistido a varios actos académicos en su honor, entre ellos el que se celebró en esta Real Academia, con la asistencia y participación del Presidente de la Fundación Nobel. Y lo que aún vendrá. Fenomenal todo ello; pero uno se pregunta, ¿por qué no han existido compañeros de viaje de Cajal, españoles también, de similar talento y talante? El lo hizo todo con una pobreza franciscana y ¡Solo! ¿No será que con ser escaso el dinero para investigar, lo son menos las ideas y el entusiasmo? A los " Cajales" que ahora conocemos, adjetivamente, podríamos preguntarles que opinan al respecto. Tengo fe en ellos y grandes dosis de esperanza en su entusiasmo y dedicación.

Llegado a este punto me pregunto: ¿que hace aquí un farmacólogo hablando de Cajal? Miren Vds.; los farmacólogos de la época de Don Santiago y algunos de sus colegas fisiólogos, apoyados en los datos morfológicos sobre le estructura de sistema nervioso, que nos regalo Cajal, contribuyeron sustancialmente a realizar el "Gran Salto" con el que yo he denominado el subtitulo de esta conferencia "De la morfología a la función"; en otras palabras, a dilucidar los mecanismos implicados en la transmisión del impulso nervioso. ¿Tenia carácter eléctrico?, ¿Era de naturaleza química? Esta fue le pregunta. La respuesta se encontró entre los años 1900 a 1936. Durante ese tiempo hubo para todos los gustos; pero acabó ganando el carácter químico de la comunicación interneuronal.

El primer atisbo, al respecto, fue sugerido por T.R. Elliot a la sazón estudiante de fisiología en la Universidad de Cambridge. Sucedió en 1904. La adrenalina había sido ya aislada de la adrenal y cristalizada por el farmacólogo americano J. Abel. Elliot, a sugerencia de su maestro J. Langley, demostró que los efectos inducidos por la administración " in vivo " de adrenalina eran reproducidos por la estimulación eléctrica de los nervios simpáticos. Apoyado en esta observación sugirió que los nervios adrenérgicos, al ser activados por el estímulo, liberaban una sustancia de tipo adrenalínico, que activaría o inhibiría las respuestas de los órganos efectores simpáticos. Una idea brillante para su edad. Era joven. Su maestro, que según se ve, odiaba las teorías, le espetó: limítese a los hechos, no elucubre. Trabaje en el laboratorio. Las teorías llegaran espontáneamente, sin ser llamadas, acompañando a los hechos. ¿Celos del maestro frente a la brillante idea de su discípulo? Hay quien lo piensa y probablemente no le falte razón.

Hasta el año 1921 esta idea fue contemplada con fervor o escepticismo. Entre tanto, la primera guerra mundial y los trabajos de H. Dale y su grupo o los de W. Cannon y el suyo. Entonces sucedió lo que tenía que acontecer; Otto Loewi realizó su clásico experimento, soñado la noche de Pascua del 21 y demostró de una forma elegante y sencilla e incontrovertible que la estimulación del vago, en el corazón de rana, liberaba una sustancia paralizante que llamó "vagusstoff", o una estimulante, dependiendo de las circunstancias, que se cristianó como "aceleranstoff". Crucial experimento éste, que no fue, al principio, unánimemente aceptado. En los años siguientes H. H. Dale y W. B. Cannon y sus grupos fueron aportando pruebas cada vez más contundentes acerca del carácter químico de la transmisión del impulso nervioso en el sistema autónomo y neuromuscular. El sistema nervioso central vendría después y no es objeto de esta comunicación.

A esta epopeya contribuyeron dos factores adicionales. Uno, la llegada al Reino Unido y la incorporación al grupo de H. Dale de algunos farmacólogos alemanes de gran prestigio científico y humano que habían sido expulsados de su país por el gobierno nazi por la sola razón de ser judíos; léase W. Feldberg y M. Vogt y E. Bulbring, entre otros, además de O. Loewi también judío y de O. Krayer que aun siendo ario puro, fue obligado a dejar Alemania por el gobierno nazi por razones éticas en favor de un profesor universitario judío. Otro, el aporte de nuevas, originales y sensibles técnicas farmacológicas para la detección de acetilcolina en sistemas biológicos, Me refiero específicamente a la preparación del "músculo dorsal de sanguijuela eserinizado", un alarde de inteligencia, imaginación y capacidad de observación único en su tiempo. Es lo que yo he bautizado, como "reazione neta farmacológica". No olvidemos tampoco la valoración matemática que J Gaddum y A. Clark imprimieron en más de una ocasión.

Todo ello fue reconocido con la concesión del Premio Nobel a Sir Henry H. Dale y a Otto Loewi el año 1936. Walter B. Cannon debió ser el tercer recipiendario del premio y efectivamente así fue considerado; pero su apego a la dudosa teoría de las dos simpatinas lo impidió. Meritos, en todo caso, no le faltaban.

Esta aventura, no debe ocultarse, fue condicionada no solo por los aspectos científicos reseñados, sino por otros adicionales de carácter humano, político, racial, religioso o económico de gran calado. De sus resultados e implicaciones estamos viviendo nosotros, lo harán nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos y así hasta Dios sabe cuando. La teoría eléctrica de la comunicación neuronal, sustentada por el gran neurofisiólogo Sir John Eccles, perdió adeptos y se abandono definitivamente, con motivo de la conversión de Sir John, el año 1945, al llamado "dalinismo".

En España la Farmacología comenzaba entonces su andadura que posteriormente ha resultado espectacular.